El orden de los factores sí altera al
producto. Si un cliente está bloqueado, la información sólo le servirá para frustrarse más porque no
puede ponerla en práctica. Hay que desbloquear primero y crear planes de
acción después.
De lo contrario, cualquier plan de acción, por bien creado que esté, fracasará.
No es posible
hacer EFT a
todo el mundo. El terapeuta ha de saber negar el acceso al proceso de EFT a un cliente que
no está preparado para entrenarse. Del mismo modo que en un gimnasio se
recomienda consultar con un médico en caso de cardiopatía o cualquier otro mal,
un cliente con una patología no ha de someterse a un proceso de EFT. Hay que
derivarlo siempre al profesional adecuado. De igual modo, si el cliente no
confía plenamente en el terapeuta, es preferible no iniciar el proceso.
El presente importa más que el pasado. No es preciso bucear en
el pasado del
cliente para ayudarle. Todo lo que le
está afectando, venga o no
de su pasado, está activo y se
puede detectar en
su modo de comunicarse en el
presente. Esto supone un importante ahorro de tiempo y evita tener
que volver sobre situaciones dolorosas que el terapeuta no
necesita conocer
y que sólo sirven para distraer al
cliente de su objetivo y aumentar su sensación
de ser víctima de
las
circunstancias.
La suma de coaching,EFT y empowerment agiliza
el proceso y multiplica los resultados exponencialmente. La persona descubre qué debe
cambiar, sabe cómo hacerlo
y se siente capaz de lograrlo en
el mismo proceso
de EFT. La información, que de otro modo sería superficial, se integra de
manera inmediata y sin vuelta atrás.
EFT ha de ser sistémico, es decir, tener en cuenta
todas las partes
del cliente. Es importante
que su mente, su cuerpo y sus emociones estén de acuerdo con el objetivo.
Cambiar es
fácil si sabes cómo hacerlo. Todas las dificultades que asociamos con el cambio son fruto de nuestro desconocimiento de los
principios que rigen el
arte
de cambiar a voluntad. La ignorancia del proceso hace innecesariamente duro el cambio, la información sobre el proceso de cambio
permite cambiar de
manera sencilla e inmediata.
El cambio no necesita ser lento para ser seguro. El cambio no ocurre en el tiempo, ocurre en la conciencia. El
cliente puede alcanzar un
“eureka” que le lleve a dar un
salto cuántico, es decir, un
cambio aparentemente espectacular e inmediato, siempre y cuando abandone la idea de
que
debe “darse mucho tiempo” para lograrlo y se esfuerce por alcanzar lucidez sobre su forma de
pensar.
El cambio que propicie el
EFT
ha de
ser ecológico y sostenible, es
decir, ha de respetar el entorno de vida del cliente y ha de poderse mantener
en el tiempo. De nada sirve un cambio que no es posible sostener más de una
semana. Para que esto ocurra, el cliente debe abandonar el proyecto de cambiar
“a base de fuerza de voluntad” y aprender a cambiar “con inteligencia y sin
esfuerzo”.
El EFT ha de notarse en los hechos del cliente, no en las palabras del terapeuta. Si el cambio no es visible, el proceso no tiene
sentido. Si el cliente no nota el cambio, si su entorno no lo percibe, EFT
habrá fracasado por inteligente que fuese su planteamiento.
Hay tantos tipos de EFT como personas. El terapeuta ha de saber adaptarse a las cualidades únicas de cada cliente y no forzar recetas porque hayan funcionado en otros casos. De ahí que la creatividad y la flexibilidad deban presidir todo proceso verdaderamente eficaz.
El proceso de EFT ha de
potenciar la autonomía del cliente, por eso ha de ser
breve y buscar la máxima capacitación. No se trata de
fidelizar al cliente. Este ha
de aprender a volar por su
cuenta.
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