En el norte de la India y en muchos lugares del África
crece una planta de propiedades
excepcionales: la moringa oleífera.
Es famosa por sus valores nutritivos,
sus beneficios para la salud humana
y porque purifica el agua. Aunque no es
muy conocida en el mundo occidental, se dice que tiene cientos de usos y que
pueden emplearse casi todas sus partes.
La vaina de la moringa
contiene los aminoácidos esenciales, así como múltiples vitaminas, y se utiliza
en la alimentación. Las verdes se consumen crudas o cocidas (similar a los
guisantes); las maduras por su parte se fríen y tienen sabor a maní. De ellas
se extrae un aceite llamado Ben de muy agradable sabor y que, a diferencia de
otras grasas, no se pone rancio. Sus propiedades son comparables a las del aceite
de oliva.
Las flores son ricas en calcio y potasio. Se cocinan y
acompañan diversos platos. También las hojas son muy apetecidas, pues con ellas
se preparan ensaladas verdes y salsas encurtidas. Si se secan y muelen, dicho
polvo puede conservarse por meses sin que pierda sus propiedades nutricionales.
Son ricas en vitaminas A, B, C, calcio, hierro y proteínas, por lo que son
fuente directa de alimentación
en períodos de seca.
El árbol de la moringa ha sido descrito por
generaciones de nativos como vía para curar y prevenir enfermedades. Según
estos, puede sanar cientos de dolencias. Se conoce que todas las partes de esta
planta pueden ser usadas en infecciones internas y externas. Algunos estudios
sugieren que la planta tiene propiedades antibióticas y microbianas. La
tradición también expresa que la moringa es
efectiva para el tratamiento del cáncer. Durante mucho tiempo, los curanderos
locales la han empleado exitosamente para curar tumores.
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